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Los cultos y reuniones




 
 Un culto espiritual.
 “Aunque Dios no mora en templos hechos por manos humanas, honra con su presencia las asambleas de sus hijos.  Prometió que cuando se reuniesen para buscarle, para reconocer sus pecados, y orar unos por otros, él nos acompañaría por su Espíritu.  Pero lo que se congregan para adorarle deben desechar todo lo malo. A menos que le adoren en espíritu y e verdad, así como en hermosura de santidad, de nada valdrá que se congreguen. Acerca de tales ocasiones el Señor declara:  ‘Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.  Pues en vano me honran’ (Mat.15:8-9).  Los que adoran a Dios deben adorarle en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren’ (Juan 4:23)” (Profetas y reyes, pág 35).
 
Reverencia en la casa de culto
“Para el alma humilde y creyente la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo.  El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo son los agentes designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que corrompa.
 
“Del carácter sagrado que rodaba el santuario terrenal, los cristianos pueden aprender cómo deben considerar el lugar donde el Señor se encuentra con su pueblo..  Dios mismo dio el oren de servicio, ensalsándolo muy por encima de todo lo que tuviese naturaleza temporal.
 
“La casa es el santuario para la familia, y la cámara o el huerto el lugar más retraído para el culto individual; pero la iglesia es el santuario para l congregación.  Debiera haber reglas respecto al tiempo, el lugar y l a cámara de adorar.  Nada de lo que es sagrado, nada de lo que pertenece al culto de Dios debe ser tratado con descuido e indiferencia.  A fin de que los hombres puedan tributar mejor las alabanzas de Dios, su asociación debe ser tal que mantenga en sus mentes una distinción entre lo sagrado y lo común.  Los que tienen ideas amplias, pensamientos y aspiraciones nobles, son los que sostienen entre sí relaciones que fortalecen todos los pensamientos de las cosas divinas.  Felices son los que tienen un santuario, sea alto o humilde, en la ciudad o entre las escarpadas cuevas de la montaña, en la humilde choza o en el desierto.  Si es lo mejor que pueden obtener para el Maestro, el santificará ese lugar con su presencia, y será santo para l Señor de los ejércitos” (Joyas de los testimonios, tomo 2, págs 193-194).
 
Debe enseñarse reverencia  los niños.
 “Padres, elevad la norma del cristianismo en la mente de vuestros hijos, ayudadles a entretejer a Jesús en su experiencia; enseñadles a tener la más alta reverencia por la casa de Dios y comprender que cuando entran en la casa del Señor deben hacerlo con corazón enternecido y subyugado por pensamientos como estos: ‘Dios está aquí; esta es su casa  Debo tener pensamientos puros y los mas santos motivos.  No debo abrigar orgullo, envidias celos, malas sospechas, odios ni engaño en mi corazón; porque vengo a la presencia del Dios santo.  Este es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo y lo bendice.  El Santo y Sublime que habita en la eternidad, me mira, escudriña mi corazón, y lee los pensamientos y los actos más secretos de mi vida.’” (Joyas de los testimonios, tomo 2, pág. 196).
 
El decoro y el silencio en el lugar de reunión. 
“Cuando los adoradores entran en lugar d reunión, deben hacerlo con decoro, pasando quedamente a sus asientos.. La conversación común, cuchicheos y las risas no deben permitirse en la casa de culto, ni antes ni después del servicio.  Una piedad ardiente y activa debe caracterizar a los adoradores.
 
“Si algunos tienen que esperar unos minutos antes de que empiece la reunión, conserven n verdadero espíritu de devoción meditando silenciosamente, manteniendo el corazón elevado a Dios en oración, a fin de que el servicio sea de beneficio especial para su propio corazón y conduzca a la convicción y conversión de otras almas. Deben recordar que los mensajeros celestiales están en la casa.  Todos hemos perdido mucha dulce comunión con Dios por nuestra inquietud, por no fomentar los momentos de reflexión y oración.  La condición espiritual necesita ser reseñada con frecuencia, y la mente y el corazón atraídos al Sol de justicia.
 
“Si cuando la gente entra en la casa de culto tiene verdadera reverencia por el Señor y recuerda que está en su presencia , habrá una suave elocuencia en el silencio.  La risas las conversaciones y los cuchicheos que podrían no ser pecaminosos en un lugar de negocios comunes, no deben tolerarse en la casa donde se adora a Dios.  Lamente debe estar preparada par oír la Palabra d Dios, a fin de que tenga el debido peso e impresione adecuadamente el corazón” (Joyas de los testimonios, tomo 2, pág.194).
 
Arreglos para las reuniones de la iglesia.
 Cada iglesia debe ordenar sus reuniones según parezca necesario.  Las más esenciales para el culto, el estudio y la actividad de la iglesia, son el culto del sábado, el servicio de Santa Cena, la reunión de oración, la escuela sabática, la reunión de jóvenes y la reunión misionera.  Las sesiones administrativas para atender debidamente los asuntos de la iglesia son también esenciales.
 
La hospitalidad. 
En toda iglesia debe cultivarse un espíritu de hospitalidad.  No hay nada que sea tan mortífero para la vida espiritual de la iglesia como una atmósfera fría y formal que excluya la hospitalidad y el compañerismo cristianos.  Los miembros deben cultivar ese elemento esencial de la vida y la experiencias cristianas.  Especialmente debe hacerse esto en relación con el culto de Dios.  Toda visita que venga a adorar con nosotros debe ser cordialmente recibido y debe hacérsele sentir que es bienvenido.  Es el deber de los oficiales de la iglesia designar a alguien para que dé atención especial y extienda la bienvenida a los visitante que asisten a los cultos de la iglesia.  “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, hospedaron ángeles” (Heb. 13:2).
 
Oradores no autorizados en nuestras iglesias.
En ninguna circunstancia debe un pastor, un anciano u otro oficial de la iglesia invitar a extraños, o a personas no autorizadas,, para dirigir alguna reunión en nuestras iglesias.  No se les debe permitir que ocupen nuestros púlpitos a hombres que hayan sido despedidos del ministerio, o que hayan sido borrados de la feligresía de la iglesia en otros lugares, o a personas astutas que no tienen autoridad conferida por la iglesia, y que usen palabras especiosas aunque éstas parezcan convincentes.  Debe ejercerse gran cuidado para evitar esto.  Toda persona digna de la confianza de nuestras iglesias podrá identificarse y presentar las debidas credenciales.  Puede haber ocasiones en que sea propio que nuestras congregaciones escuchen los discursos de funcionarios del gobierno o dirigentes cívicos.  Todos los demás deben ser excluidos de nuestros púlpitos a menos que se les conceda un permiso especial de parte de la oficina de la asociación o misión local.  Es deber de todo anciano, ministro y presidente de asociación velar porque esta regla se cumpla (véanse las págs. 149, 150, 151).
 
El culto de adoración del sábado
 
El culto de adoración del sábado es la más importante de todas las reuniones de la iglesia.  En él los miembros se reúnen semana tras semana para unirse en la adoración a Dios con espíritu de alabanza y de agradecimiento, y para unirse en la adoración a Dios con espíritu de alabanza y de agradecimiento, y para oír la Palabra de Dios a fin de obtener fuerza y gracia para pelear las batallas de la vida, y para conocer cuál es la voluntad de Dios par ellos en relación con el servicio y la ganancia de almas.  La puntualidad la reverencia y la sencillez deben  caracterizar todo el culto de adoración.
 
La forma del culto
No prescribimos un orden específico para el culto público.  Por lo general, un orden sencillo es el que más conviene al verdadero espíritu de adoración.  Los largos preliminares deben ser evitados.  Los ejercicios de apertura no deben consumir, bajo ninguna circunstancia, el tiempo requerido para la predicación de la Palabra de Dios.
 
He aquí dos sugerencias para el orden de las partes del culto:
 
 
Orden del culto más largo
 
Preludio de órgano
Anuncios
Coro y entrada de los oficiantes
Doxología
Invocación
Lectura de las Sagradas Escrituras
Himno de alabanza
Oración
Himno o canto especial
Diezmos y ofrendas
Himno de consagración
Sermón
Himno
Bendición
La congregación permanece de pie o sentada por uno pocos momentos en oración silenciosa.
Postludio de órgano o piano
 
Orden del culto más breve
Anuncios
Himno
Oración
Ofrenda
Himno o música especial.
Sermón
Himno
Bendición
La congregación permanece unos instantes de pie o sentada en oración silenciosa.
 
Los anuncios
Debe darse cuidadosa atención a la extensión y el carácter de los anuncios durante esta reunión del sábado.  Si se refieren a asuntos que no se refieren específicamente con el culto del sábado o con la actividad de la iglesia, los pastores y dirigentes de la misma deben ser lo suficientemente cuidadosos como para excluirlos, manteniendo a este respecto el debido espíritu de adoración y observancia del sábado.  Muchas de nuestras iglesias más grandes imprimen boletines en los cuales aparecen el orden del culto y también los anuncios de la semana.  En  estos casos existe poca necesidad o ninguna de los anuncios orales.  Donde no se hace provisión en forma impresa, muchas iglesias consideran preferible efectuar los anuncios antes que comience el culto en sí, como se sugiere en el plan de la página anterior.
 
Debe darse la debida consideración a los varios departamentos de la iglesia en la promoción de los intereses que les incumben, pero debe ejercerse gran cuidado al hacer arreglos para la presentación de esos intereses, a fin de salvaguardar el tiempo necesario para la predicación del mensaje de la Palabra de Dios.
 
El carácter sagrado de la hora de culto del sábado.
El culto a Dios es la más elevada y santa experiencia que puedan tener los hombres, y debe ejercerse el mayor cuidado al hacer los planes para este servicio religioso.
 
“¿No tenéis acaso el deber de poner a contribución alguna habilidad, estudio y planes en el problema de cómo dirigir las reuniones religiosas para que produzcan la mayor cantidad de bien y dejen la mejor impresión sobre todos los que asisten?” (E.G. de White, en Review and Herald, del 14 de Abril de 1885, pág.225).
 
“Nuestro Dios es un Padre tierno y misericordioso.  Su servicio no debe mirarse como cosa que entristece, como un ejercicio que desagrada.  Debe ser un placer adorar al Señor y participar en su obra...
 
“Cristo y Cristo crucificado, debe ser el tema d nuestra meditación, conversación y más gozosa emoción...
 
“Al expresar nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden los habitantes del cielo.  Se nos dice: ‘El que ofrece sacrificio de alabanza me glorificará’ [Sal. 50:23].  Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador, con ‘acciones de gracias y voz de melodía’” [Isa. 51:23] (El camino a Cristo, págs. 103-104).
 
El culto del sábado de mañana.
 Cuando los pastores suben a la plataforma y se arrodillan, la congregación también debe inclinar la cabeza implorando la presencia y la bendición de Dios.  Un silencio santo prepara el ánimo para el himno y los ejercicios que siguen.
 
Existen dos divisiones principales en el culto de adoración:
 
1.        La congregación participa en la alabanza y adoración mediante los himnos la
oración y las ofrendas.
2.        El mensaje de la Palabra de Dios.  El que trae el mensaje imparte el pan de vida debe sentir plenamente el carácter sagrado de esta obra.  Debe estar cabalmente preparado para ello. También la persona que guía a los adoradores a la presencia de Dios por medio de la oración pastoral realiza, tal vez, el ejercicio más sagrado de todo l servicio religioso, por lo tanto, llena de temor reverente, debiera comprender toda su importancia.  Es costumbre arrodillarse frente a la congregación, y ésta a su vez debe estar d frente a la plataforma y hasta donde sea posible también debe arrodillarse. La oración debe ser breve, pero debe incluir expresiones de adoración, agradecimiento y mención de las necesidades individuales de los adoradores tanto como las del gran campo mundial.
 
La música especial o un himno de adoración son oportunos inmediatamente antes del sermón.  Luego viene lo que debe ser la parte más importante de la hora del culto: e acto de alimentar espiritualmente al rebaño de Dios.  Benditos resultados para a gloria de Dios siempre siguen cuando una congregación es en verdad alimentada y siente que “Dios ha visitado su pueblo”.
 
La ofrenda es una parte vital de la hora de culto. Al mismo tiempo que se nos aconseja:  “Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”, también se nos exhorta:  “Traed ofrendas, y venid a sus atrios (Sal. 96:9,8).  Así la presentación de nuestras ofrendas a Dios halla su lugar en forma totalmente natural como parte del culto de adoración.
 
El anciano, especialmente si es un pastor con licencia ministerial, colabora con el pastor regular, el anciano está a cargo del culto y debe dirigirlo o efectuar los arreglos para que otro lo haga.  Si se halla presente un pastor ordenado, el anciano, naturalmente, lo invitará a hacerse cargo de la predicación.  De vez en cuando, puede realizarse una reunión de testimonios y alabanza, o puede concederse el tiempo a determinados miembros para que relaten sus experiencias en la actividad misionera
 
La oración en público.
 “Cristo inculcó en sus discípulos la idea de que sus oraciones debían ser cortas y expresar exactamente lo que querían y nada más...  Uno o dos minutos bastan para cualquier oración común” (Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 274).
 
“Cuando oráis, sed breves y directos.  No prediquéis al Señor un sermón en largas oraciones” (Id., tomo 2, pág. 60).
 
Pronuncien sus palabras debidamente los que oran y los que hablan háganlo en tono claro, distinto y firme.  La oración si se hace de una manera apropiada, es un poder para el bien.  Es uno de los modos empleados por el Señor para comunicar al pueblo los preciosos tesoros de verdad.  Pero muchas veces no es lo que debiera ser, por causa de las voces defectuosas de los que la elevan.  Satanás se regocija cuando es casi imposible oír las oraciones ofrecidas a Dios.
 
“Aprenda el pueblo de Dios a hablar y orar de una manera que represente apropiadamente las grandes verdades que poseemos.  Sean claros y distintos los testimonios dados y las oraciones formuladas.  Así será glorificado el Señor” (Obreros evangélicos, pág.  91).


Manual  de  iglesia, cap 7

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