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Servicio de comunión




En la Iglesia Adventista del Séptimo Día se acostumbra celebrar el servicio de comunión una vez por trimestre.  Esta ceremonia incluye el rito del lavamiento de los pies  la cena del Señor.  Debiera constituir una ocasión muy sagrada y gozosa, tanto para la congregación como para el ministro o anciano.  La conducción del servicio de comunión es indudablemente uno de los deberes más sagrados que un pastor o anciano tienen el privilegio de dirigir.  Jesús el gran Redentor del mundo, es santo. Los ángeles declaran : “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, e que era, el representan su cuerpo y su sangre también son santos.  Puesto que el Señor mismo designó el pan sin levadura y el jugo sin fermentar del fruto de la vid como símbolos de profundo significado, y empleó e agua, el más simple de todos los medios de limpieza, par lavar  los pies de los discípulos, debiera evitarse decididamente introducir símbolos y medios opcionales (Excepto en caso de una emergencia real) que podrían hacer perder el significado del servicio.  También en el orden de la ceremonia y en las funciones tradicionales desempeñadas por los pastores, ancianos, diáconos y diaconisas en el servicio de la comunión debe actuarse con prudencia, para evitar que la introducción de sustitutos e invocaciones contribuya a establecer una tendencia a vulgarizar lo que es sagrado.  El individualismo y la independencia en la acción y en la práctica podrían convertirse en una expresión de despreocupación por la unidad de la iglesia y la comunión entre los fieles en relación con este rito tan sagrado que representa una gran bendición para los que participan en él.  El deseo de introducir cambios podría neutralizar el propósito conmemorativo de este servicio establecido ‘por el Señor mismo al entrar en el período de la pasión.
                El servicio de la cena del Señor es tan sagrado hoy como lo fuera cuando fue instituido por Jesucristo mismo. Jesús está todavía presente cuando este rito sagrado se realiza. Leemos:  “En estas ocasiones designadas por él mismo cuando Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su presencia” (El Deseado de todas las gentes, pág. 613).
 
El anuncio del servicio de comunión
El servicio de comunión puede realizarse apropiadamente como parte de cualquier culto cristiano de adoración.  Sin embargo, con el fin de dar a la cena del Señor el énfasis que merece y lograr que participen de ella tantos miembros como sea posible, generalmente se la tiene durante el culto del sábado; preferiblemente el penúltimo sábado de cada trimestre.
 
El sábado que precede al del servicio de comunión debe anunciarse la ocasión destacando la importancia de dicha ceremonia, para que todos los miembros puedan preparar su corazón y estar seguros de que tienen sus asuntos arreglos los unos con los otros.  De esa manera, cuando acudan a la mesa del Señor la siguiente semana, el rito traerá a la iglesia la bendición deseada.  Se debe tener cuidado de notificar a los miembros que estaban ausentes el día del nuncio de esta reunión e invitarlos a participar.
 
La conducción del servicio de comunión..
Duración del servicio.  El tiempo no es el factor más significativo en la planeación del servicio de comunión.  Sin embargo,. Puede mejorarse la asistencia, y el impacto espiritual puede ser mayor si:
1.        Se eliminan del culto de ese día todos los asuntos que no pertenezcan
específicamente al servicio de comunión.
2.        Se evita las tardanzas antes y después del rito de humildad.
3.        Las diaconisas arreglan los emblemas en la mesa de comunión antes de iniciarse el servicio.
 
Preliminares. 
La parte introductoria del servicio sólo debiera incluir breves anuncios, himno, oración. Ofrenda y un sermón corto antes de separarse para el lavamiento de los pies.  Mucho adoradores más decidirán quedarse todo el servicio si la parte introductoria ha sido breve.
 
Lavamiento de pies.
 Hay que tener áreas preparadas para que los hombres y las mujeres celebren el rito de humildad separadamente.  Donde haya problemas de escaleras o distancia, debería hacerse provisión para los inválidos.  En lugares donde es socialmente aceptable y donde el estilo de la indumentaria es tal que no habría inmodestia, pueden hacerse arreglos por separado para que el esposo y la esposa o los padres y sus hijos bautizados celebran juntos el rito de humildad.  A fin de animar a las personas tímidas o muy sensibles que podrían considerar penosa la elección de una persona a la cual lavarle los pies, los dirigentes de la iglesia  deberían encargarse de ayudar a esas personas a encontrar un compañero durante el rito de humildad.
 
Los diáconos y las diaconisas deberían preparar las palanganas, las toallas y el agua a una temperatura agradable para el lavamiento de pies antes de iniciarse el servicio.  Debiera haber jabón y una palangana apropiada para lavarse las manos después del rito de humildad.
 
Pan y vino
Después que la congregación ha vuelto al templo debiera cantarse un himno mientras los ancianos o ministros oficiantes toman sus lugares en la mesa donde se han colocado el pan y el vino, y los diáconos ocupan las bancas delanteras del templo.  Debiera descubrirse el pan.  A continuación debiera leerse un pasaje apropiado de la Escritura, como Corintios 11:23; Mateo 26:26; Marcos 14:22; o Lucas 22:19; o puede predicarse un breve sermón en este momento en vez de hacerlo antes del servicio.  Esto puede ser especialmente efectivo si el sermón enfatiza el significado del pan y dl vino de modo que su mensaje esté fresco en las mentes de los participantes cuando se distribuyan los emblemas.  Los ministros oficiantes normalmente se arrodillan mientras se pide la bendición por el pan.  La congregación puede arrodillarse o permanecer sentada. Normalmente la mayor parte del pan que se va a distribuirse parte antes del servicio dejando un poco para que los ancianos o el pastor lo partan después de la bendición.  El ministro y los ancianos pasan los platos que contienen el pan a los diáconos y después éstos lo sirven a la congregación.  Durante este tiempo puede elegirse alguna música especial darse tiempo para testimonios, un resumen del sermón, lecturas selectas, canto congregacional o música de fondo de piano u órgano para meditar.  Cada persona debiera retener su porción de pan hasta que los ministros oficiantes o ancianos hayan sido servidos.  Cuando todos se han sentado, el que dirige invita a todos a participar del pan juntos.  Todos oran silenciosamente mientras comen el pan.
 
El ministro oficiante lee entonces pasajes apropiados de la Escritura como 1 Corintios  11:25,26;  Mateo 26:27-29; Marcos 14:23-25, o Lucas 22:20.  Los dirigentes se arrodillan para ofrecer la oración de consagración del vino.  Luego los diáconos sirven de nuevo a la consagración. Pueden continuar las actividades que se sugieren al repartir el pan mientras se sirven el vino.  Después que los ministros o ancianos oficiantes han sido servidos, todos los participantes beben l vino juntos.
 
Un método opcional es hacer la oración por el pan y partirlo, entonces el pan y el vino se colocan en la misma bandeja y se sirven a la congregación.  Los adoradores toman tanto el pan como el vino de la misma bandeja al mismo tiempo.  Luego se come el pan, seguido de un breve período de oración silenciosa.  Entonces después de la oración por el vino todos lo beben al mismo tiempo  concluyen con una breve oración silenciosa.  Donde las bancas están provistas e un lugar parta depositar las copas, la recolección de éstas  es innecesaria hasta después del servicio.
 
Conclusión 
El servicio puede terminar con una música especial o un canto congregacional seguido por la bendición y despedida  Sin embargo cualquiera sea la forma en que concluya, debe ser algo muy solemne.   La comunión debiera ser siempre una experiencia solemne, pero nunca sombría.  Los errores se han corregido, los pecados han sido borrados, y la fe se ha reafirmado; es tiempo de alegrarse. Que l música sea  brillante y gozosa.
 
Con frecuencia se recoge una ofrenda para los pobres a medida que la congregación sale.  Después del servicio los diáconos y las diaconisas limpian la mesa, recogen las copas, y disponen del pan o el vino sobrantes quemando o enterrando el pan y derramando el vino en tierra.
 
Quienes pueden participar. 
La Iglesia Adventista del Séptimo Día practica la comunión abierta.  Pueden participar de ella todas las personas que le han rendido la vida a su Salvador.  Los niños aprenden el significado del rito al observar  otros que participan. Después de recibir instrucción formal en las clases bautismales lo niños quedan preparados para tomar parte del servicio.
 
“El ejemplo de Cristo prohibe la exclusividad en la cena del Señor.  Es verdad que el pecado abierto excluye a los culpables.  Esto lo enseña claramente el Espíritu Santo [1Cor. 5:11].  Pero fuera de esto, nadie ha de pronunciar juicio. Dios no ha dejado a los hombres el decir quiénes se han de presentar en estas ocasiones.  Porque ¿quién puede leer el corazón? ¿Quién puede distinguir la cizaña del trigo? ‘Por tanto, pruébese cada uno así mismo y como así del pan, y beba de la copa’.  Porque ‘cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.’  ‘El come y bebe indignamente sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí’[1Cor.11:28,27,29]...
 
“Pueden entrar en el grupo personas que no son de todo corazón siervos de la verdad y la santidad, pero que desean tomar parte en el rito.  No debe prohibírseles.  Hay testigos que estuvieron presentes cuando Jesús lavó los pies de los discípulos y de Judas. Hay ojos más que humanos, que contemplan la escena” (El Deseado de todas las genes, págs, 612, 613).
 
Todos los miembros deben asistir. 
“Nadie debe excluirse de la comunión porque esté presente alguna persona indigna.  Cada discípulo está llamado a participar públicamente de ella y dar así testimonio de que acepta a Cristo como Salvador personal.  Es en estas ocasiones designadas por él mismo cuando Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su presencia.  Corazones y manos indignos pueden administrar el rito; sin embargo Cristo está allí para ministrar a sus hijos.  Todos los que vienen con su fe fija en él serán grandemente bendecidos.  Todos los que descuidan estos momento de privilegio divino sufrirán una pérdida.  Acerca de ellos puede decir con acierto: ‘No estáis limpios todos’ (Id., pág. 613)
 
Pan sin levadura y vino sin fermentar.
 “Cristo estaba todavía a la mesa en la cual se había servido la cena pascual.  Delante de él estaban los panes sin levadura que se asaban en ocasión de la, pascua.  El vino de la pascua, excento de toda fermentación, estaba sobre la mesa.  Estos emblemas empleó Cristo para representar su propio sacrificio sin mácula.  Nada que fuese corrompido por la fermentación, símbolo de pecado y muerte, podía representar al ‘Cordero sin mancha y sin a”(Id., p. 609).
 
Ni la “copa” ni el pan contenían elementos de fermentación al igual que la cena pascual hebrea en a  cual toda levadura o fermentación había sido eliminada de sus casas (Exo.12:15, 19; 13: 7).  Por lo tanto,  solo el jugo de uvas sin fermentar y el pan sin levadura son apropiados para el uso del servicio de la comunión: debe ejercerse mucho más cuidado al preparar estos materiales.  En las áreas más aisladas del mundo donde el jugo de uva o pasas no se encuentra, la asociación o misión aconsejará o asistirá en su obtención para las iglesias.
 
Una conmemoración de la crucifixión.
 “Al participar del pan quebrantado y del fruto de la vid en la cena del Señor, recordamos su muerte hasta que él venga.  Así se renuevan en nuestra memoria las escenas de su pasión y muerte” (Primeros escritos, pág. 216).
 
“Al recibir el pan y el vino que simbolizan el cuerpo quebrantado de Cristo y su sangre derramada, nos unimos imaginariamente a la escena de comunión del aposento alto.  Parecemos pasar por el huerto consagrado por la agonía de Aquel que llevó los pecados del mudo.  Presenciamos la lucha por la cual se obtuvo nuestra reconciliación con Dios.  El Cristo crucificado es levantado entre nosotros”  (EL Deseado de todas la gentes, pág. 616).
 
EL rito del lavamiento de los pies
“Ahora habido lavado los pies de los discípulos, dijo:  ‘Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también Hagáis’  En estas palabras Cristo no solo ordenaba la práctica de la hospitalidad.  Quería enseñar algo más que el lavamiento de los pies de los huéspedes para quitar el polvo del viaje.  Cristo instituía un servicio religioso.  Por el acto de nuestro Señor, esta ceremonia humillante fue transformada en rito consagrado que debía ser observado por los discípulos, a fin de que recordasen siempre sus lecciones de humildad y servicio.
 
“Este rito no es la preparación indicada por Cristo para el servicio sacramental. Mientras se alberga orgullo y divergencia y se contiende por la supremacía, el corazón no puede entrar en comunión con Cristo.  No estamos preparados para entrar en comunión con Cristo.  No estamos listos para recibir la comunión de su cuerpo y su sangre. Por esto Jesús indicó que s observase primeramente la ceremonia conmemorativa de su humillación” (Id.,:; pág 6).
 
Este acto de lavamiento de los pies de los discípulos, Cristo ejecutó una limpieza más profunda, del corazón manchado de pecado.  El participante siente la indignidad de aceptar los sagrados emblemas antes de experimentar la limpieza que hace a uno “todo  limpio” (Juan 13:10).  Jesús quería “lavar el enajenamiento, los celos y el orgullo de sus corazones...  El orgullo y el egoísmo crean disensión y odio, pero Jesús se los quitó...  Mirándolos, Jesús pudo decir:  Vosotros limpios estáis” (Id., pág. 603).
 
La experiencia espiritual que encierra el acto del lavamiento de los pies deja de ser una costumbre común para convertirse en un rito sagrado.  Conlleva un mensaje de perdón, aceptación certeza y solidaridad, primeramente de Cristo al creyente, pero también entre los mismos hermanos.  Este mensaje se expresa en  una atmósfera de humildad
 
Quién puede dirigir el culto de comunión
El servicio de comunión ha de ser dirigido por un pastor ordenado o un anciano de iglesia. Los diáconos, aunque sean ordenados, no pueden dirigir un servicio tal, pero pueden ayudar sirviendo el pan y el vino a los miembros.
Servicio de comunión para los enfermos.  Si algún miembro está enfermo o si por alguna otra razón no puede abandonar su hogar para asistir a la ceremonia d comunión en la casa de culto, puede realizarse una reunión privada para él.   Este servicio religioso puede ser oficiado solamente por un pastor ordenado o un anciano de iglesia, quien puede ser acompañado por diáconos o por diaconisas, que ayudan en el culto regular.



Manual  de  iglesia, cap 7

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